martes, 8 de febrero de 2011

Experiencias en la enseñanza

Recuerdo mí primera experiencia en el ámbito de la transmisión del conocimiento: estaba en tercer grado de primaria, y mí hermana en kinder. Mí papá me hizo la propuesta de enseñarle todo lo que sabía de matemáticas a ella, para que estuviera adelantada en ése ámbito. Durante varios días me dedicaba a enseñarle, con la ayuda de un pequeño tablero de tiza para niño, con un suéter sin mangas blanco y en calzoncillos, y ella sentada en un banquito para niños, color azul, en la sala de la casa, a sumar, restar, multiplicar y dividir a su temprana edad. Y por más que sonara sólo como un juego para niños la dedicación logró que, a los cinco años, ¡mí hermana pudiera asimilar estos conocimientos, y aplicarlos! Definitivamente la primera vez nunca se olvida y, al recordarla, se recuerda como si fuera ayer.

Mis siguientes experiencias en la transmisión de conocimientos tuvo que esperar varios años más tarde, hasta estar en cuarto año de secundaria. En esta época, mis compañeros me pedían ayuda en materias igualmente lógicas, como matemáticas y física. Todo era ad honorem pero mí pago era obtener una experiencia, vaga pero razonable, en el campo de la enseñanza. Aprendía a ver a la persona y saber cómo enseñarle; que cada cabeza es un mundo, y absorbe conocimientos de formas distintas; que todos, en el fondo, ¡quieren aprender!, pero obstáculos como el conformismo, falta de bases en temas anteriores, de perseverancia, de claridad en lo que el profesor "profesa" en el salón de clases, y MUCHOS baches en el sistema, quitan las ganas de aprender.

Una recompensa no monetaria de transmitir conocimientos, es el repaso obligado del material. Uno repasa "lo viejo" una y otra vez, e impide que uno olvide esto. Tengo gran aprecio de esta parte de mí esfuerzo.

Otra recompensa, que no obtengo todo el tiempo, es la satisfacción de que la persona instruida realmente aprende bien y quiere seguir aprendiendo, y no solamente quiere pasar de largo el nivel, el tiempo o el rato, solo está ahí por obedecer su papá o a su mamá. Cuando siento esto, tengo ganas de devolver lo que me han pagado, pues la recompensa del aprendizaje ya es bastante. Transmitir conocimientos implica también aprender y repasar.

Admiro a las personas que se toman el tiempo, tienen la paciencia y la dedicación de transmitir el conocimiento que tienen a grupos de personas todo el tiempo, y tienen su profesión en ello. Les digo que ¡yo sé lo que se siente! (en parte). Esta entrada está dedicada a ustedes.

1 comentario:

  1. "A bove maiori discit arare minor"

    No sirve tanto saber, como transmitir a otros lo que uno sabe. Uno no estará para siempre en el mundo, y la enseñanza -sea profesión, oficio, o incluso hobby- representa una gran oportunidad de crecimiento y desarrollo personal, pero principalmente genera la gran satisfacción de sentir de que se esta haciendo una de las -¿tres?- cosas que todo el mundo debería hacer en la vida: dejar huella.

    Comparto tu admiración por quienes dedican su vida a esta labor (profesión, oficio, hobby, etc.), y sobre todo las grandes satisfacciones de cuando el proceso es exitoso - y probablemente las frustraciones de cuando no lo es! Aunque creo que coincidimos en que la primera supera a la segunda. Es algo que hay que vivir para saber lo que es.

    Salu2

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